Miró de nuevo al cielo, hacia tanto que no se dejaba empapar por la lluvia. Se sentía libre capaz de gritar sin importarle lo que los demás pensarán. Miró a su alrededor y no podía creer lo que veía, es estaba allí. ¡ Había venido, no la había dejado plantada! Lo miró embelesada como si fuese un dios griego más que el chico que le gustaba. Sonrió. Se olvidó de que lluvia, de que estaba empapada y que posiblemente mañana tendría una gran resfriado. Ahora solo le importaba el verlo allí. Él caminó hacia ella, su corazón palpitaba demasiado deprisa. Como si de una proyección se tratase recordó el primer día que lo vio. Volvió a la realidad y a tan solo unos centímetros él le sonreía y estaban bajo el mismo paraguas. No lo pensó dos veces, dio ese paso que los separaba y lo besó. Temblaba y tenía miedo a que el la detuviera,pero no, él la abrazó y correspondió su beso. Si hubieran podido ambos habrían detenido el tiempo en aquel instante, un dulce y cálido beso dijo mucho que las palabras y el cruce de mirada les contó la historia que ninguno se atrevió a contar meses atrás.
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